El pensamiento creativo no es más que la destreza para producir ideas sustentables que satisfagan metas de índole diversa. La fuente del pensamiento creativo es nuestro ingenio e imaginación y su basamento es nuestra cultura general, nuestro acervo intelectual. La creatividad reposa en nuestros conocimientos y experiencia, en el valiosísimo e impostergable “saber hacer” (el término anglo “know how”) tan apreciado en los círculos empresariales, sin perder pero que ni un solo ápice de vigencia.
El pensamiento creativo consiste en establecer relaciones inéditas, relaciones no vistas por el grueso de nuestros semejantes, entre ideas, objetos, hechos, situaciones, procesos, escenarios. El pensamiento creativo es, entonces, un vínculo (link) o, mejor dicho, un proceso de vinculación con nuestro entorno de manera fresca, novedosa, ingeniosa y fluida. El pensamiento creativo busca la fluidez de vínculos y procesos en simultaneidad. El pensamiento creativo es incluyente y polivalente. El pensamiento creativo ejerce la convivencia y la conciliación de ideas e intereses diversos. Es por ello que el pensamiento creativo apuesta, ecológicamente, por la biodiversidad sustentable. El pensamiento creativo resulta asertivo y proactivo, valiéndose de un lenguaje posibilitador que no niega a priori las opciones desplegadas. El pensamiento creativo asciende por sobre cualquier conflicto (o disparidad de criterios) para poder obtener una perspectiva “aérea” que le brinda una visión panorámica de los múltiples escenarios en juego.